Turismo e identidad son caminos que parecieran conducir hacia diferentes destinos con diversos paisajes, pero
se entrecruzan en el terreno del patrimonio. El turismo, que constituye uno de los eslabones más relevantes de
la globalización, significando el fenómeno que mayor movimiento de personas ha producido en todos los
tiempos, no viaja liviano de equipaje. En la actualidad, el desarrollo que presenta este fenómeno es el fruto de
los cambios que han experimentado las sociedades a través del tiempo suscitando que el turismo sea estudiado
y analizado por diversas disciplinas dejando de responder al paradigma de una actividad netamente económica
para dar un salto cualitativo y ser considerado una práctica social. Así, se trasciende aquella concepción
original que contempla las actividades y estancias en lugares distintos al del entorno habitual para responder a
nuevos desafíos, en donde la cultura se constituye como el elemento motivador de los desplazamientos y la
comunidad receptora artífice de la misma. Por esta razón, esta actividad no debe ser indistinta y, por
consiguiente, desvincularse de la comunidad receptora sino; debe desafiándonos, desde una perspectiva socio
antropológica, a reflexionar sobre el turismo en lo referido a la valoración, preservación y conservación del
patrimonio cultural, y sobre los aportes que desde éste ámbito puedan ser considerados favorables para el
fortalecimiento de las identidades locales.